a b a r r o t e s

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Aquí de lo que buscas, no encuentras.
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30 mar 2012

MENSAJE DEL DÍA MUNDIAL DEL TEATRO


"Que vuestro trabajo sea convincente y original. Que sea profundo, conmovedor, reflexivo y único. Que nos ayude a reflejar la cuestión de lo que significa ser humano y que dicho reflejo sea guiado por el corazón, la sinceridad, el candor y la gracia. Que superéis la adversidad, la censura, la pobreza y el nihilismo, algo que, ciertamente, muchos de vosotros estaréis obligados a afrontar. Que seái...s bendecidos con el talento y el rigor necesarios para enseñarnos cómo late el corazón humano en toda su complejidad, así como con la humildad y curiosidad necesarias para hacer de ello la obra de vuestra vida. Y que sea lo mejor de vosotros - ya que será lo mejor de vosotros, y aun así, se dará sólo en los momentos más singulares y breves - lo que consiga enmarcar esa que es la pregunta más básica de todas: “¿Cómo vivimos?” ¡Buena Suerte!" | John Malkovich

20 mar 2012

¿Hay que dejarse en paz?




CLAUDIO NARANJO, PIONERO DE LA PSICOLOGÍA TRANSPERSONAL

¿Hay que dejarse en paz?

Tengo 71 años. Nací en Valparaíso (Chile) y vivo en Berkeley (California).
Tengo la nacionalidad estadounidense. Estoy divorciado y tuve un único
hijo que perdí con 11 años. Soy psiquiatra, tengo estudios de música y
filosofía. Soy el creador del instituto Seekers After Truth (SAT). Creo que la
paz individual es la paz del mundo. Creo en Dios

-¿Qué dice usted? –Yo digo que somos seres "tricerebrados".

–¿No está siendo demasiado optimista? –Verá, dentro de nosotros hay una
parte padre: jerárquica, impositiva. Otra parte hijo: instintiva. Y una parte madre,
que es la tribal y amorosa, pero que castra la individualidad.

–¿La parte intelectual, la emocional y la instintiva? –Exacto. Lo
complicado es armonizar los tres cerebros, que no se produzca tiranía por
ninguna de las partes.

–¿Cómo armonizarlas? –Haciendo nada.

–No me fastidie. –Debe haber un abrazo entre esas tres partes interiores, y
una de las posibilidades para conseguirlo es a través del factor espiritual, de la
entrega del yo pequeño, de la renuncia a esa necesidad de ser alguien...
¿Entiende?

–Más o menos. –Hay que hacerse a un lado, abrir espacio en uno mismo.

–Está pidiendo demasiado. –Lo sé, no es nada fácil. Debería crearse un
nuevo modelo educativo. La educación no educa. La educación es un
malentendido. Cuando se dice que educar es enseñar a leer y a escribir se
están confundiendo los medios con el fin. El fin debería ser el desarrollo de las
personas y de su mente.

Cualquier pedagogo diría eso. –La familia humana es una estructura
autoritaria. El principio de la autoridad del padre es incuestionable porque vivimos
dentro de ese sistema patriarcal que no tiene en cuenta la voz del niño, cuyo
potencial es castrado desde la infancia. No es una familia democrática, ni se
contempla la felicidad como un fin de la cultura y del aprendizaje.

–¿Cómo hacerlo? –Hay que cultivar la sed que aparece en todos los
adolescentes. Es una sed de trascendencia, de entender el universo y la propia
vida, ¿no la ha sentido?

–Sí. –En nuestra cultura no hay verdaderas respuestas, están todas
acartonadas. Como dice un amigo mío, ya no llueve gracia en las iglesias. La
cultura no apoya esa inquietud. La insatisfacción es leída como una desventaja
en lugar de honrarse como esa búsqueda de la verdad que es parte del ser
humano.

–¿Propone alimentar las dudas? –Propongo no dar respuestas hechas. No
hay que vender certezas, ni dogmas. Hay que despertar al buscador interior. Lo
importante es el camino, el proceso.

–¿Qué tal el suyo? –Yo estudié la carrera de Medicina por idolatría a la
ciencia. Buscaba conocimiento, pero perdí el entusiasmo cuando descubrí que
en ese camino no había respuesta a los misterios, que eran directamente
negados.

–Insistió bastante, estudió tres carreras. –Acabé Psiquiatría, continué con
mi carrera de Música, pero sabiendo que la esclavitud del virtuoso era para mí un
exceso. La carrera de Filosofía no la terminé. Comprendí que lo buscado es lo
mismo que el buscador, que existe una conciencia del yo profundo y que ahí
está la armonía.

–¿La vida es una búsqueda o un encuentro? –Para mí fue una búsqueda
sedienta en demasía. No me satisfizo el conocimiento, ni la vida familiar, ni
tampoco el amor. Me topé con una persona que me influyó muchísimo, un
escultor, Tótila Albert, al que le debo la idea inspiradora de mi trabajo sobre la
trinidad interior.

–¿Qué le dio? –Era un maestro de amor. Pero no en el sentido convencional.
Ese amor estaba, por ejemplo, en la forma en que limpiaba los discos antes de
ponerlos, la forma cuidadosa con que hacía las cosas en cada momento. Tenía
calidad de ser y aprendí a reconocerla. Más que un aprendizaje, lo que le debo
es una bendición. Es a través de comprensiones muy sutiles como nos
construimos.

–¿Ha dejado de buscar? –Sí, me dejo fluir. He tenido maestros de todas las
tradiciones orientales fundamentales, y lo que me han transmitido es el sabor de
una verdad que no tiene que ver con el intelecto ni con la emoción. Si le tuviera
que poner un nombre, sería el sabor de la nada. Cuando uno se vacía, le llegan
todas las riquezas. En realidad, si tengo algún secreto, es simplemente el de
confiar más en la vida.

–¿Y qué le abrió el corazón? –La muerte de mi único hijo a los 11 años.
Lloré sin parar durante dos meses. Era una experiencia de intenso amor un poco
retardado: la tragedia de no haber estado por él mientras lo tuve.

–Somos muy torpes. –Ese llanto paró súbitamente un día en que hice una
clara reflexión: "¿Estoy llorando por él?". Tenía claro que no, porque sentía que
él estaba mejor que yo. "¿Estoy llorando por mí, por haberme quedado solo?"...
Si era sincero sabía que no, porque había pasado largas temporadas sin verle.

–Entonces, ¿por qué lloraba? –Me di cuenta de que no había razón para
llorar y empecé a sentir una presencia suya mayor que cuando estaba vivo. La
felicidad sólo depende de un estado interior.

–¿Cómo se cultiva? –No identificándose ni con los pensamientos ni con las
emociones. Idealizamos las pasiones: el orgullo, el amor. Queremos ser héroes,
victoriosos o vencidos, somos muy vanidosos. Las pasiones son
intrínsecamente egoístas y productoras de infelicidad. Hay que poner en paz a
los animales que nos habitan. Hay que dejarse en paz.
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