...Ese día, cuando terminamos la sesión, el gordo me dio un
sobre cerrado que decía:
“Para Demián”
—¿Y esto? –pregunté.
—Es tuyo, lo escribí para ti hace muchos meses.
—¿Hace muchos meses?
—Sí, a decir verdad, se me ocurrió pocas semanas después de
que empezaste a venir a terapia. Yo estaba leyendo un poema
escrito por un americano: Leo Booth. El texto de Booth
empezaba con el primer párrafo de lo que vas a leer ahora...
Y mientras leía, aparecía tu imagen en mi retina y tus palabras
de las primeras sesiones resonaban en mis oídos... Así que me
senté y te escribí esto.
—¿Y por qué me lo das recién ahora?
—Porque creo que antes no lo hubieras entendido.
Leí...
AUTORRECHAZO
Estaba allí desde el primer momento,
en la adrenalina
que circulaba por las venas de tus padres
cuando hacían el amor para concebirte,
y después en el fluido
que tu madre bombeaba a tu pequeño corazón
cuando todavía eras sólo un parásito.
Llegué a ti antes de que pudieras hablar,
antes aun de que pudieras entender algo
de lo que los otros te hablaban.
Estaba ya, cuando torpemente
intentabas tus primeros pasos
ante la mirada burlona y divertida de todos.
Cuando estabas desprotegido y expuesto,
cuando eras vulnerable y necesitado.
Aparecí en tu vida
de la mano del pensamiento mágico,
me acompañaban...
las supersticiones y los conjuros,
los fetiches y los amuletos...
las buenas formas, las costumbres y la tradición...
tus maestros, tus hermanos y tus amigos...
Antes de que supieras que yo existía,
yo dividí tu alma en un mundo de luz y uno de oscuridad.
Un mundo de lo que está bien y otro de lo que no lo está.
Yo te traje tus sentimientos de vergüenza,
te mostré todo lo que hay en ti de defectuoso,
de feo,
de estúpido,
de desagradable.
Yo te colgué la etiqueta de “diferente”
cuando te dije por primera vez al oído
que algo no andaba del todo bien contigo.
Existo desde antes de la conciencia,
desde antes de la culpa,
desde antes de la moralidad,
desde los principios del tiempo,
desde que Adán se avergonzó de su cuerpo
al notar que estaba desnudo...
y lo cubrió.
Soy el invitado no querido,
el visitante no deseado,
y sin embargo
soy el primero en llegar y el último en irme.
Me he vuelto poderoso con el tiempo,
escuchando los consejos de tus padres sobre cómo
triunfar en la vida.
Observando los preceptos de tu religión,
que te dicen qué hacer y qué no hacer
para poder ser aceptado por Dios en su seno.
Sufriendo las bromas crueles
de tus compañeros de colegio,
cuando se reían de tus dificultades.
Soportando las humillaciones de tus superiores.
Contemplando tu desgarbada imagen en el espejo
y comparándola después con las de los “exitosos”
que se muestran por televisión.
Y ahora, por fin.
poderoso como soy
y por el simple hecho
de ser mujer,
de ser negro,
de ser judío,
de ser homosexual,
de ser oriental,
de ser discapacitado,
de ser alto, petiso, o gordo...
puedo transformarte...
en un tacho de basura,
en escoria,
en un chivo expiatorio,
en el responsable universal,
en un maldito
bastardo
desechable.
Generaciones y generaciones de hombres y mujeres
me apoyan.
No puedes librarte de mí.
La pena que causo es tan insostenible
que para soportarme,
deberás pasarme a tus hijos,
para que ellos me pasen a los suyos,
por los siglos de los siglos.
Para ayudarte a ti y a tu descendencia,
me disfrazaré de perfeccionismo,
de altos ideales,
de autocrítica,
de patriotismo,
de moralidad,
de buenas costumbres,
de autocontrol
.
La pena que te causo es tan intensa
que querrás negarme
y para eso
intentarás esconderme detrás de tus personajes,
detrás de las drogas,
detrás de tu lucha por el dinero,
detrás de tus neurosis
detrás de tu sexualidad indiscriminada.
Pero no importa lo que hagas,
no importa adónde vayas,
yo estaré allí
siempre allí.
Porque viajo contigo
día y noche
sin descanso,
sin límites.
Yo soy la causa principal de la dependencia,
de la posesividad,
del esfuerzo,
de la inmoralidad,
del miedo,
de la violencia,
del crimen,
de la locura.
Yo te enseñé el miedo a ser rechazado,
y condicioné tu existencia a ese miedo.
De mí dependes para seguir siendo
esa persona buscada, deseada,
aplaudida, gentil y agradable
que hoy muestras a los otros.
De mí dependes
porque yo soy el baúl en el que escondiste
aquellas coas más desagradables,
más ridículas,
menos deseables de ti mismo.
Gracias a mí,
has aprendido a conformarte
con lo que la vida te da,
porque después de todo,
cualquier cosa que vivas será siempre más
de lo que crees que mereces.
¿Has adivinado, verdad?
Soy el sentimiento de rechazo que sientes por ti mismo.
SOY... EL SENTIMIENTO DE RECHAZO
QUE SIENTES POR TI MISMO.
Recuerda nuestra historia...
Todo empezó aquel día gris
en que dejaste de decir orgulloso:
¡YO SOY!
y entre avergonzado y temeroso,
bajaste la cabeza
y cambiaste tus dichos y actitudes
por un pensamiento:
YO DEBERIA SER...
—Claro –confirmé— antes no lo hubiera entendido.
—...Y además, Demi, te lo doy ahora porque no quiero que
termine tu paso por este consultorio sin llevártelo.
—¿Tú me estás echando? –pregunté como hacía mucho.
Por primera vez desde que lo conocía a Jorge, tartamudeó.
—Creo que sí... –susurró.
El gordo guiñó un ojo, se sonrió y me rozó la mejilla con su
mano...
—Te quiero mucho, Demián...
—Yo también te quiero mucho, gordo...
Sin decir una palabra más, me levanté.
Me acerqué y le di un beso y largo abrazo a Jorge...
Luego salí a la calle...
...Por alguna razón sentía que mi vida
empezaba esa tarde...
Bucay Jorge
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