a b a r r o t e s

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Aquí de lo que buscas, no encuentras.
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4 ago 2010

No hacemos teatro para cambiar al mundo... lo hacemos para que el mundo no nos cambie a nosotros. Es un acto de resistencia.

O cambiamos las imágenes o cambiamos la mirada, dijo Héctor Bourges reconocido teatrista mexicano de la escena contemporánea, citando al ensayista francés Gerard Wajcman. Convivimos en una realidad que nos rebasa, que no comprendemos más, las afecciones económicas, políticas, sociales, psicológicas, las nuevas estrategias de información y nuestra vana necesidad de entender su comportamiento. Tenemos muchas preguntas y pocas respuestas ¿Cuál es el papel del arte en todo este contexto?, ¿Qué es lo esencial y qué lo accesorio dentro de las diferentes manifestaciones artísticas?, ¿De qué manera el arte debe responder a su sentido político? Y en particular, ¿hacia dónde va la escena del futuro?

Lejos de convertirse en un medio obsoleto o arcaico, el arte escénico se encuentra en condiciones de satisfacer una necesidad cultural real. Miles de jóvenes en Europa, pese a disponer a otros medios de comunicación insisten en crear utilizando la escena, sea partiendo del espacio, la materia o el cuerpo. Y sorprendentemente, otros tantos, disponiendo de una infinidad de posibilidades de ocio y acceso a la cultura acuden a los (generalmente) pequeños espacios en que estas obras se muestran.

Sin embargo, “parece persistir un divorcio entre la creación escénica contemporánea y la Institución que escribe cultura con mayúscula. Y también entre la creación escénica y las instituciones que juegan con el arte socialmente bien situados. ¿En qué consiste y porqué se produce este aparente divorcio? ¿Nos interesa una reconciliación?”[1]

No debemos confundir lo grandioso con lo grandote y aquí parece gestarse una problemática, una especie de círculo vicioso entre el creador y la institución que caen en un ejercicio de complacencia dañino para el proceso de creación, esto sin contar con las dificultades a que se enfrenta el creador para subsistir y generar un ingreso mediante su oficio. Es así que el creador empieza a complacer a la institución para accesar a financiamientos y la institución, apoyando a quienes le complacen, piensa directamente en la satisfacción de ciertos públicos, relegando muchas veces el juego artístico a mero entretenimiento. Esto nos ubica a los artistas locales en un estado de amateurismo que no logra satisfacer a las exigencias globales de un nivel artístico inteligente, necesario y eficaz para la sociedad en que convive.

Existe otra realidad y esto es que “el teatro ha ido perdiendo espacio social a lo largo del siglo XX y XXI. Sin embargo la teatralidad lo ha ido ganando. Y en muchos casos las herramientas dramaturgicas, actorales, de puesta en escena son las mismas. ¿Tiene sentido constreñir la labor de esas enormes instituciones llamadas “teatros públicos”, “festivales de teatro” o “redes de teatro” a una sola forma de teatralidad? ¿O será preciso trabajar con un concepto de teatralidad expandida?” [2]

Es preciso liberarse de los géneros y en esto la institución juega un papel vital, así como los espacios y foros culturales para sumar la multiplicidad dentro del quehacer escénico que no cabe dentro de ninguna categoría antigua de teatro o danza pero sí en un concepto maduro y ampliado del arte escénico.

Estas, relativamente nuevas, tendencias han surgido al margen de las inercias culturales y por su puesto comerciales, el teatro de la conmoción, teatro de la fascinación, la escena lúdica, el teatro de intervención; por ejemplo, el teatro y la danza con discapacitados puede dejar de ser un ejercicio terapéutico y convertirse en un teatro de la conmoción que se entrega sin reservas a la formulación de un discurso que responde a un sentido social y político.

La relación con los espacios de representación y diversos foros es protagónica en el sentido de que su edificación o infraestructura determina en mucho el juego escénico y su relación con los espectadores o audiencia. Hace años que los museos cuentan con salas de proyección y que transforman sus espacios interiores de acuerdo a las necesidades de cada exposición ¿Cuándo tendrán los teatros esa versatilidad?

Ninguna propuesta espacial es nueva, se ha hecho teatro en iglesias, plazas, descampados, salones, corrales, edificios abandonados, naves industriales, las calles; sin embargo todas ellas desafían el formato culturalmente asumido a finales del siglo XVIII y a la fecha el edifico teatral a sufrido pocas modificaciones en su estructura.
La escena cultural contemporánea exige nuevos formatos que obedezcan a los nuevos lenguajes y combinaciones mediales y tecnológicas, creadores y gestores inteligentes enfocados en su discurso, concentrados en la curaduría que obedezca a las necesidades que su sociedad demanda para generar nuevas estructuras de pensamiento.

Estamos viviendo las consecuencias de nuestros errores como sociedad, hay una generación que ya perdimos, que se nos fue de las manos, es necesario que volvamos a la conciencia de lo colectivo, de comunidad, enfocando los recursos y todo nuestro esfuerzo en nuevas prácticas que involucren de manera directa a todos los grupos sociales, en vez de gastar millones en festivales de cine que parecen mas bien ser desfiles de alfombra roja que polarizan y contrastan aún más la percepción de todo lo que nos rodea. Ensayemos proyectos artísticos, urbanísticos, arquitectónicos, que privilegien las situaciones dinámicas, procedimientos basados en la diversidad de acciones, los centros comunitarios son una vía, las caravanas culturales al interior del estado también lo son. De igual forma es vital seguir apoyando manifestaciones emergentes como el cruce entre lo teatral y lo preformativo y en otras tantas manifestaciones de intervención de espacio que han ampliado y expandido el concepto de teatralidad. Es importante apoyar al creador para que este pueda cumplir con su función de espejo social, detonante de reflexiones que habrán de derivar en una sociedad más crítica, conciente, al mismo tiempo sensible y en armonía.

Y como dije al inicio, tenemos más preguntas que repuestas, por eso para concluir, cito a Helena Chavez MacGregor investigadora y ensayista mexicana dentro del campo de la relación entre la política y la estética:

“La violencia que irrumpe, ya sea con la intención de fundar un nuevo orden o como fuerza de conservación de la ley, la recibimos como objeto de contemplación. Como había anunciado Walter Benjamin, la auto-enajenación ha alcanzado un grado tal que nos permite vivir nuestra aniquilación como un goce estético de primer orden. Esta estetización tiene un buen fundamento: es la experiencia misma desde la que nos conformamos. Si estas experiencias son la materia de que estamos hechos, ¿qué tipo de prácticas pueden incidir para transformar este paisaje?, ¿qué tipo de fuerza tienen que imprimir los acontecimientos para des-bordar nuestra experiencia que se consuela en la contemplación?, ¿qué tipo de movimiento para revelarnos contra la costumbre de someternos sin resistencia a esta violencia?”


[1] José A. Sánchez. La escena del Futuro, revista ArteA investigación y creación escénica. Barcelona 2007
[2] Ibid pag.27

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